AV. REFORMA





El proyecto y construcción de la primera etapa de esta importante vía fue obra del emperador  Maximiliano y la emperatriz Carlota Amalia.
¿Pero cómo era el México de aquella época, que había permitido que el gobierno del país fuera conducido por un emperador de origen austriaco?
Era en realidad un triste México. Tras la cruenta Guerra de Reforma que cobró la vida de miles de hermanos mexicanos y acabó por endeudar aún más a nuestra patria, don Benito Juárez al triunfo de los liberales, ascendió al poder y se vio en la imperiosa necesidad de declarar la moratoria de pagos por dos años. Esta moratoria que se dio el día 17 de julio de 1861, fue el detonador de una nueva intervención extranjera de tres países europeos, España, Inglaterra y Francia y a pesar de que se pudo negociar con Inglaterra y España, Francia por el contrario invadió nuestra patria y con la ayuda de grupos nacionales de tendencia conservadora, acabaron por imponer un gobierno de tipo monárquico, encabezado por Maximiliano de Habsburgo en 1864.
Maximiliano, hombre de buena voluntad, había llegado a México engañado, pues el creía que todo el pueblo mexicano lo apoyaba y además traía un proyecto de gobierno condenado al fracaso, por las excesivas obligaciones que por conducto del Tratado de Miramar se veía obligado a cumplir con Francia.
Ante esa situación Maximiliano y su esposa Carlota al llegar a México buscaron un lugar adecuado para establecer su residencia y decidieron instalarse en el Castillo de Chapultepec, único que podría llenar sus expectativas de vida y semejarse a la que tenían en Europa. Para ello lo primero que hicieron fue cambiar de ubicación al Colegio Militar,  que hasta entonces ocupaba las instalaciones del castillo, pero además era necesaria una adecuada remodelación para poder convertirlo en una digna morada para un emperador y su esposa y lo fueron modificando hasta lograr convertirlo en su residencia imperial. Mientras tanto Maximiliano se veía precisado a despachar sus asuntos de gobierno en el Palacio Nacional ubicado en el Zócalo, en el centro de la ciudad... y allí comenzaron los problemas.
La Ciudad de México de 1864, era muy distinta de la que hoy conocemos, pues apenas si alcanzaba los 200,000 habitantes y la mancha urbana en dirección al poniente, terminaba en la Glorieta del Caballito. Pero para entenderlo mejor quiero mostrar la siguiente imagen de Casimiro Castro, que ilustra de manera objetiva la situación.



Para que Maximiliano pudiera trasladarse desde el Palacio Nacional hasta su casa, tenía que llegar primeramente hasta la Glorieta del Caballito, cosa que posiblemente no era mayormente complicada, pues era una línea recta desde Palacio Nacional y que seguramente era transitable en todo tiempo. Las calles a recorrer en este primer tramo, tenían los siguientes nombres en orden consecutivo a partir de la Plaza Mayor: Plateros, La Profesa y San Francisco en el tramo que hoy conocemos como Madero y la Calzada del Calvario, para el tramo que hoy conocemos como Avenida Juárez.
Pero llegar a ese sitio era prácticamente alcanzar las orillas de la ciudad, tal como podemos apreciar en la imagen de Casimiro Castro que arriba se muestra y que para nuestra gran fortuna en algún momento posterior a 1852, tuvo a bien captar para la posteridad. Este gran artista plasmó en sus litografías (muchas de ellas captadas desde globos aerostáticos) prácticamente cada rincón de nuestra capital en el siglo XIX, un extraordinario trabajo si tomamos en cuenta que la fotografía apenas estaba dando sus primeros pasos. Cosa por demás curiosa es saber, que posiblemente entre las primeras fotografías tomadas en México, están las que captó la lente del fotógrafo francés François Aubert tras el fusilamiento del mismo Maximiliano en la ciudad de Querétaro, corriendo el año de 1867.
Pero regresemos a la odisea de Maximiliano de Habsburgo para poder retornar a su casa después de un día de trabajo en Palacio Nacional. La imagen nos muestra que desde la Glorieta del Caballito podría verse al fondo y en línea recta el Castillo de Chapultepec, que en realidad se encontraba a 3.15 Km. de allí, pero aquellos llanos que se interponían en su camino eran extensas planicies sembradas de maíz, trigo o cebada, o bien grandes haciendas ganaderas pobladas con grandes arboledas y no había ningún camino que condujera hacia dicho lugar. Lo que debía hacer el carruaje del monarca era rodear la estatua de Carlos IV y tomar a su izquierda por el Paseo de Bucareli, también conocido como el Paseo Nuevo, que aunque era una vía bellamente bordeada por frondosos árboles  y recubierta de verdes prados en los espacios laterales, sería apenas un buen camino de terracería en tiempo seco, que bien podría convertirse en terreno fangoso en la época de lluvias.
Pero antes de continuar con el relato, quiero mostrar un interesante plano de 1867, que nos da una visión muy clara de lo que era la capital del país en 1864.
 
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La línea azul la ruta que probablemente seguía el carruaje de Maximiliano, en su diario trayecto para llegar al castillo. Ya describí un primer tramo desde la Plaza Mayor  hasta el Caballito que tendría aproximadamente 1.7 Km. de longitud, y un segundo tramo desde el Caballito hasta el cruce del Acueducto de Chapultepec, recorriendo el bello Paseo de Bucareli, que tendría una longitud del orden de 1.0 Km. Enseguida paso al último tramo, que se tomaba dando la vuelta a la derecha, una vez que el carruaje llegaba a los arcos del Acueducto. Es posible que este último tramo que medía 2.5 Km. fuese el más conflictivo y el que diera más problemas en época de lluvias, pues se trataba de una camino que bordeaba a un costado del Acueducto de Chapultepec, en el mismo trazo de lo que hoy es nuestra deteriorada Avenida Chapultepec. Esta avenida conserva todavía al centro de su camellón, algunos de los tramos de arquería que pertenecieron a esta magna obra, que abastecía de agua potable a la ciudad y terminaba en la Fuente del Salto del Agua.

  Fuente del Salto del Agua en 1864

Después de recorrer este largo tramo, Maximiliano llegaba a la base del cerro del Chapulín y solamente restaba que ascendiera por el camino renovado que conducía hasta la puerta del castillo. Este tramo final representaba alrededor de 750 metros, con lo que el trayecto total desde la Plaza Mayor hasta la entrada del Castillo habría sido de casi 6 Km. en total, que en condiciones normales y a buen paso del carruaje impulsado por briosos corceles debiera representarle un poco más de una hora de trayecto.
Sin embargo en condiciones de lluvias persistentes, como sucede en el Distrito Federal desde mayo hasta septiembre y con mayor frecuencia por las tardes, aquellos caminos que no estaban pavimentados, debieron convertirse en pesadilla para el carruaje imperial y alargar de manera considerable los tiempos de recorrido. Otra circunstancia importante de considerar era la seguridad personal del emperador, que como dije antes no recibía el apoyo unánime del pueblo mexicano y podría correr el riesgo de algún atentado al atascarse su carruaje en algún recorrido nocturno.
Pero hay también noticias de que el recién llegado emperador y ante las situaciones arriba descritas, era afecto a enviar un propio al Castillo, con la noticia de que le sería imposible retornar a casa y que se vería precisado a pasar la noche en la ciudad. Esto, se dice, enfurecía a la emperatriz Carlota y la llenaba de celos, pues conocía la amplia disposición de Maximiliano a convivir alegremente con algunas de las encumbr
adas damas citadinas.


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El Paseo de la Emperatriz.
Sea verdad o mentira, fue alguna de estas situaciones meramente personales,  la que condujo a Maximiliano y a Carlota a promover el trazo de una nueva vía, que comunicara en línea recta desde la Glorieta del Caballito hasta el Castillo de Chapultepec. Decir que con esta vía se reduciría de manera notable la distancia, es bastante relativo pues como se aprecia en el plano de arriba con una línea  de color amarillo y con los datos que he aportado, variaba de 3.5 Km. a 3.15 Km., o sea una diferencia de tan solo 350 metros.
Sin embargo la idea no era tan solo construir un camino pavimentado y directo, pues dentro de las habilidades de Maximiliano ya existía su especial gusto por el diseño de grandes obras y este fue el motivo que lo llevó a reunir primero a un grupo de personajes que formaron una comisión de planificación y arte urbano, entre los que se encontraban Carl Gangolf, el arquitecto Ramón Rodríguez Arangoiti y los artistas de la Academia de San Carlos, Felipe Sojo, Miguel Noreña y Santiago Rebull. Una vez establecidos los lineamientos fundamentales que debía reunir tan espectacular calzada, en 1864 se encargó el proyecto  constructivo al ingeniero en minas austriaco Luis Bolland Kuhmackl, (algunos le atribuyen nacionalidad francesa) quien consideraba construir un paseo de espectacular amplitud, con amplias y arboladas avenidas, glorietas y camellones y ornamentado con fuentes y esculturas, muy digno del naciente Segundo Imperio Mexicano. Siendo Bolland un profesionista europeo es evidente que en su mente daba vueltas la imagen del Paseo de los Campos Elíseos de París.
Por tal razón Luis Bolland proyectó, tal cual muestra el trazo del plano de arriba y la foto que muestro más abajo, una vía monumental que tendría dos calzadas de 9 metros de ancho y dos camellones laterales de 9 metros cada uno, que contendrían una doble fila de frondosos arboles y áreas verdes en toda su extensión. La longitud total de la vía que menciona la página de visitas guiadas del G.D.F sería de 3.46 Km.
En el proyecto original de  Bolland, sólo estaba incluida una glorieta, que definía de manera aproximada la mitad del trayecto. Resulta curioso que esta glorieta fue la que hoy conocemos como Glorieta de la Palma, que nunca ha sido utilizada para albergar ningún monumento histórico en su centro, aunque el proyecto original concebía la idea de colocar allí el monumento a Cristóbal Colón.
La ejecución de las obras se dejó en manos del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio que encabezaba Luis Robles Pezuela, mientras que el contrato fue asignado a los hermanos Juan y Ramón Agea.
El ritmo de la construcción en los distintos frentes de la obra fue verdaderamente febril durante el período comprendido entre 1864 y 1865, pues Maximilano tenía especial impaciencia por ver terminada la calzada, aún así no fue hasta el correr del año 1866, cuando la emperatriz Carlota Amalia tuvo la satisfacción de ver concluida la primera sección de dicho paseo y que en su honor Maximiliano bautizó con el nombre de Paseo de la Emperatriz. Esta vía inconclusa, por lo pronto no conducía a ninguna parte y se convirtió en un paseo ecuestre de elite, para uso exclusivo de la corte imperial.
La complejidad de la obra enfrentaba todavía serios problemas, ante la necesidad de construir un  puente de madera y mampostería   a la altura de la Hacienda de La Teja en donde existía una profunda zanja que daba salida natural a las aguas de los llanos de la hacienda hacia el Lago de Texcoco. Igualmente atrasados estaban los levantamientos topográficos de la glorieta central que se menciona arriba.
El carácter personal y elitista de la obra se demuestra cuando el 13 de octubre de 1866, queda estrictamente prohibido el tránsito público en dicha vía, incluyendo toda clase de vehículos, bestias de carga y cabalgaduras. Igualmente se prohibió el tránsito de entierros, procesiones y cualquier clase reuniones de gente en la calzada, si no es con la autorización previa del emperador.
Para nuestra fortuna, gracias a que don Benito Juárez nunca dejó de luchar por la Patria y a que ante el inminente enfrentamiento armado de Francia  con Prusia, Napoleon III se vio obligado a retirar su ejército de México, el Segundo Imperio duró poco tiempo y cayó en 1867, razón por la que Maximiliano y Carlota Amalia nunca vieron concluida su muy personal obra.
Aún cuando la imagen que sigue es del año 1870, muestra la condición de las obras del Paseo de la Emperatriz, y la vista que los emperadores  tenían  desde el Castillo de Chapultepec, antes de su caída.

Av de la emperatriz hasta 1867

El Paseo Degollado.
La caída del Segundo Imperio y el fusilamiento de Maximiliano en Querétaro el 19 de junio de 1867, permitieron el retorno al poder de don Benito Juárez, que seguramente tendría asuntos más importantes y más urgentes, que  pensar en terminar el aristocrático paseo proyectado por Maximiliano. Sin embargo se dieron dos acontecimientos importantes, el primero que cambió de nombre, adoptando durante 1867 el de Paseo Degollado y el segundo que se abolió el carácter exclusivo del paseo que tenía desde 1866 y quedó abierto al público en general a partir del 17 de febrero de 1872. Durante el período de don Benito Juárez la situación no permitía invertir en la continuación de las obras, aunque se dice que el trazo, el desmonte de la calzada y la reforestación de los camellones laterales desde El Caballito hasta la glorieta intermedia, (la de Niza) se terminó sin ninguna urbanización en 1870.  Le tocó al Ing. Francisco P. Herrera del Ministerio de Fomento realizar los trabajos más indispensables de limpieza, plantación de árboles y canalización de las aguas pluviales a través de nuevas cunetas y excavado de zanjas. El paseo fue entregado en 1872 al Ayuntamiento de la Ciudad de México, quién tomó a su cargo la conservación y vigilancia de la obra.
A continuación muestro la que es una versión posterior de la litografía de Casimiro Castro del año 1856 que describí arriba. Esta imagen es la misma que  muestro en la segunda parte de este trabajo, Glorietas del Paseo de la Reforma.  Evidentemente es una versión posterior, pues aparecen los tranvías de mulitas rodeando la plaza de toros y el trazo del Paseo de la Reforma, luciendo apenas pequeños árboles de reciente plantación. Esta imagen que es excepcional, es una litografía realizada por Casimiro Castro, que apareció publicada en la edición de 1869 de su álbum denominado México y sus Alrededores.

nacimiento del paseo de la reforma 

El Paseo de la Reforma
Tras  la muerte de Juárez y durante el período presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada, 1872-1876, fue que realmente se reiniciaron las obras de ornato y urbanización del paseo, construyéndose un largo terraplén y el puente de La Teja de 8 metros de ancho que permitió el tránsito en todo el trayecto de la calzada. Además se hizo más ancha la calzada central y se le fue dando forma a los andadores laterales, se plantaron nuevas hileras de árboles, y se trazaron  las primeras 4 glorietas de 110 metros de diámetro a partir de la de Carlos IV y terminando en la de La Palma (Niza) que finalmente tuvo 120 metros de diámetro.
 Sin embargo considero que lo más importante de esta etapa fue la decisión de darle el nombre actual de Paseo de la Reforma, mediante un decreto de 1872 y una vez que las Leyes de Reforma promulgadas previamente por Benito Juárez, adoptaron la forma constitucional en septiembre de 1873.
El mapa que se muestra enseguida, corresponde a una sección del plano de la Ciudad de México publicado en 1881 por Debray Sucs. Editores, en el que se indica que la población total era de 200,000 habitantes. Una de las razones principales para incluirlo, es que nos sirve para ubicar donde estaba el Puente de La Teja y la ubicación de las glorietas construidas hasta esa fecha.

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En esta sección del plano de la Ciudad de México publicado por Debray Sucesores Editores en 1881, podemos ubicar lo siguiente:
  1. Sitio que ocupó el puente de La Teja de 8 metros de ancho, mencionado arriba. Corresponde en la actualidad con la intersección de la Av. Insurgentes y Paseo de la Reforma, mismo sitio donde estuvo enclavado el monumento a Cuauhtémoc desde 1949 hasta 2004.
  2. Terrenos de la Hacienda de La Teja
  3. Calzada de La Teja que terminaba en la calzada de La Verónica, hoy Circuito Interior. Corresponde hoy con la actual avenida de Sullivan
  4. Paseo de la Reforma, ya se llamaba así y a continuación la glorieta central de Niza, que no se alcanza a mostrar en el plano.
  5. Calzada central y dos canales laterales que desembocaban sus aguas al Río del Consulado. Si así fuera, habría sido el primer paso a desnivel. El trazo coincide con la actual Av. Insurgentes.
  6. Ubicación original y actual de la Glorieta de Cuauhtémoc. Observe la posición de las bancas de cantera y que nunca tuvo 110 m. de diámetro
  7. Ubicación posterior de la Estación Colonia de ferrocarriles.
  8. Calzada que después se llamó Ramón Guzmán, hoy Insurgentes Centro.
  9. Glorieta de Cristóbal Colón que efectivamente medía 110 m. de diámetro y también contaba con bancas de cantera en 4 cuadrantes. La estatua ya existía en 1881.
  10. Localización del edificio "colorado" de la Dirección de Calzadas que se muestra enseguida y detrás la calzada de Las Artes, que ya llevaba ese nombre, hoy Maestro Antonio Caso.
  11. Lo que fue proyecto de la Penitenciaría, terrenos después utilizados para el proyecto de Palacio Legislativo, hoy Monumento a la Revolución. Se indica la probable localización de la estructura denominada Torre de Luz, que fue precursora de los sistemas de alumbrado público eléctrico en 1893.
  12. Glorieta y Fuente de la Libertad. Observe que era tan amplia como hoy es la glorieta de la Columna de la Independencia, 200 m . de diámetro. Con el tiempo fue devorada por la ambición de los fraccionadores de esa zona.
  13. Glorieta del Caballito.
  14. Plaza de toros del Paseo Nuevo.
  15. Calle Patoni, hoy Av. Juárez.
  16. Plaza de San Fernando.
  17. Glorieta de la fuente que hoy está en la Plaza de Loreto.
  18. Colonia de los Arquitectos, hoy Colonia San Rafael.
  19. Avenida de la Ribera de San Cosme.


    Tendrían que pasar muchos años más para que las estatuas de los personajes ilustres del Paseo de la Reforma ocuparan el tramo que va de Cuauhtémoc a la Columna de la Independencia y después desde Carlos IV hasta la Glorieta de Cuitláhuac. En la tercera parte de este trabajo Las Estatuas del Paseo de la Reforma se incluye información mucho más amplia de la vida de cada uno de estos personajes, que resulta prácticamente ignorada por la mayoría de los mexicanos y además la ubicación que tienen actualmente cada una de las estatuas. 


    Paralelamente a la colocación de las estatuas de los personajes ilustres de la Reforma, otras 2 colosales estatuas fueron ordenadas por la Secretaría de Fomento y colocadas al inicio del Paseo de la Reforma, cual centinelas que estuviesen vigilando la entrada. Este hecho no es muy divulgado y conocido y es por ello que es la primera foto que aparece al inicio de este trabajo cual espectacular portada y  como pequeño tributo a esos dos personajes que pertenecen a nuestra historia prehispánica. Me refiero a las estatuas que los mexicanos conocemos como losIndios Verdes, pero que en realidad pertenecen a dos de los emperadores (tlatoanis) aztecas, el cuarto que fue  Itzcóatl y el octavo que fue Ahuízotl, precursores de lo que fue el gran imperio Azteca.
    Estas gigantescas esculturas que miden 4 metros de altura y pesan 3 toneladas cada una, fueron obra del escultor mexicano Alejandro Casarín Salinas y existe discrepancia si fueron colocadas al inicio del Paseo de la Reforma en septiembre de 1889 o de 1891. De cualquier manera y dado que se levantó una gran polémica respecto a la conveniencia de que ocuparan dicho sitio, fue relativamente corto el tiempo que permanecieron allí y para el año de 1901, fueron trasladadas al inicio del Paseo de la Viga.  




    Es de interés observar,  que el esplendor ascendente del Paseo de la Reforma de inicios del siglo XX, contrastó con el inexplicable deterioro del que originalmente fue un bello paseo, el Paseo Nuevo o de Bucareli, del cual desaparecieron sus fuentes y sus bancas. La amplitud de esa gran vía  se redujo al mínimo, al desaparecer también sus camellones laterales y sus dobles filas de frondosos árboles.
    ¿Porqué y como sucedió?, no tengo la respuesta, pero imagino que fue la voracidad de los fraccionadores.
    Compare el mapa de 1881, con el mapa de 1910 y verá de que forma desapareció lo que hoy sería una avenida tan importante como Reforma.

    Mientras tanto pasear y disfrutar del Paseo de la Reforma, vino a sustituir la vieja costumbre de pasear en los alrededores del Caballito, del otrora insuperable Paseo de Bucareli.

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